¿OS ACORDÁIS de la historia de Robert Thompson y Jon Venables, que, a sus 10 años, secuestraron, torturaron, mataron y descuartizaron en la vía del tren a un pequeño de dos años y medio?
No todos los casos llegan a estos extremos, pero los niños y jóvenes con conducta antisocial presentan comportamientos agresivos repetitivos, holgazanería, rupturas y choques más o menos continuados con las normas de casa y de la escuela, robos, y otros más extremos como incendios o vandalismos.
Es muy difícil que un niño presente todos los síntomas. Lo más probable es que haya un síntoma central y otros asociados. Lo más normal es que los niños y adolescentes con conducta antisocial presenten anomalías en otras áreas de rendimiento: hiperactividad, retraso escolar, trastornos depresivos, falta de comunicación y escasas habilidades sociales, quejas somáticas, etc.
Suele aparecer en niños de familias marginales o muy inestables. Es frecuente que ellos, a su vez, hayan sido víctimas de malos tratos o de abusos sexuales. Los trastornos mentales graves (esquizofrenia, paranoia, trastornos de la personalidad) o anormalidades neurológicas suelen abundar en sus entornos familiares A menudo vemos trastornos de la conducta en niños que presentaban TDAH. ( trastorno por déficit de atención e hiperactividad). También puede aparecer en asociación con trastornos de la personalidad (lo que antes se llamaba "personalidad psicopática").
Los trastornos antisociales del comportamiento, así como los casos de personalidad sádica, no son excesivamente frecuentes en la población general (9% de varones y 2% de mujeres en edad prepubertal presentan, en algún momento, conducta antisocial) pero es casi generalizado en poblaciones forenses (niños con antecedentes delictivos).
Hay un conjunto de medidas problemáticas tales como pelearse, desobedecer, mentir, robar, que los padres y maestros deben afrontar en el curso del desarrollo normal. De todas formas, lo más significativo de las conductas antisociales en los niños normales, es que tienden a desaparecer durante el desarrollo y/o en respuesta a las actuaciones de los padres, maestros y compañeros. Su persistencia e intensidad extrema es lo que les da carácter de disfunción clínica.
Tratamiento de las perturbaciones de la conducta.
2.-La terapia de conducta es muy efectiva (su efectividad aumenta aún más si se combina con el adiestramiento de los padres) para el tratamiento de conductas específicas. Tales terapias deben ser aplicadas en el marco de centros especialmente dedicados al acogimiento, tratamiento y reinserción de los niños con tales alteraciones.
3.-En el negativismo desafiante las terapias cognitivas son un camino prometedor. Por ahora los datos disponibles demuestran que sus efectos sobre la conducta agresiva o los cambios conductuales sobre la vida diaria, son mejores que los que producen las terapias anteriormente citadas.
4.-Farmacológicamente no se dispone de un tratamiento específico para el trastorno de conducta o para la conducta agresiva. La unión de técnicas de modificación de conducta y determinados fármacos ha producido modificaciones interesantes en conductas agresivas. Desgraciadamente estos cambios se han observado en casos puntuales, y no han demostrado ser permanentes.
¿Y qué pensáis de la reinserción de estos niños?
En el caso de Venables y R. Thompson, en la primavera de 2001, cuando se debía considerar su posible liberación, un eminente psicólogo evaluó a ambos. Describió a Thompson como un niño que había aprendido a desconectar emocionalmente por los traumas que había sufrido de pequeño, sobre todo el abandono de su padre, que les dejó cuando tenía seis años, y la violencia que había visto en casa antes y después de eso. Los paralelismos con Venables resultaban evidentes: ambos tenían problemas en su casa, un entorno violento donde se abusaba del alcohol, graves conflictos entre sus padres, hermanos con dificultades de aprendizaje y, además, sufrían el acoso de sus compañeros.
Desde que quedaron en libertad condicional, Thompson y Venables han llevado una vida tranquila y equilibrada. El primero trabajó en una tienda durante un tiempo y luego en un local público. Ambos tienen nueva identidad, aunque mantienen un contacto frecuente con los funcionarios que les vigilan. De hecho, estarán vigilados de por vida. Ya no son Venables y Thompson, pero, en el fondo, siguen siendo y serán por siempre los asesinos de James Bulger.
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