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lunes, 31 de mayo de 2010

UNA EPIDEMIA SILENCIOSA

El uso de sustancias inhalantes como drogas ha aumentado considerablemente, y se calcula que uno de cada cinco jóvenes se intoxica con esos compuestos, que se encuentran hasta en productos domésticos.

En 1999, las autoridades tenían el registro de 56.000 jóvenes con edades entre 12 y 17 años que eran dependientes de los inhalantes, y calculaban que había 2.118.000 que inhalaban diferentes compuestos intencionalmente para drogarse.

Uno de cada cinco jóvenes indica que ha inhalado o aspirado productos caseros comunes, como desodorantes ambientales, aceite en aerosol y aerosol para cocinar, marcadores y pegamento, por lo menos una vez en su vida para drogarse.

Las estadísticas del gobierno muestran que, para cuando llegan a los 12 años de edad, son más los adolescentes que usan inhalantes que los que consumen marihuana, medicamentos psicotrópicos o alucinógenos. Estos productos pueden ser mortales y, desafortunadamente, están al alcance de nuestros hijos. Cuando los niños huelen o aspiran esos productos, inhalan gases tóxicos que les hacen daños y hasta pueden matarlos.

Westley Clark, director del Centro para el Tratamiento del Abuso de Sustancias, calculó que "dos millones de adolescentes usan inhalantes que pueden causar daños al cerebro, el sistema respiratorio, el hígado, los riñones y la médula ósea, asi como pérdida de memoria y de la audición".

Las autoridades legales y de salud han elaborado una lista de más de mil productos comerciales o caseros que pueden usarse para una intoxicación por inhalación o aspiración. Esas sustancias pueden conseguirse fácilmente en cualquier hogar o escuela e incluyen adhesivos, aerosoles, productos de limpieza, productos de comida, gases y solventes.

La Comisión federal de Seguridad en los Productos de Consumo recomendó a los padres de familia que estén atentos a algunos indicios de que sus niños usan inhalantes para intoxicarse intencionalmente, como los olores extraños en el aliento, el cuerpo o la ropa.

Otras señales pueden ser el habla confusa, la apariencia aletargada, los rastros de pintura u otros productos en la cara o los dedos, los ojos o la nariz enrojecidos, las llagas en torno a la boca, la náusea y la pérdida de apetito, y síntomas como la ansiedad, excitabilidad, irritabilidad o inquietud.

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